Wednesday, August 5, 2009

El Sebo de Landeta

No me considero un hombre esencialmente culto; no disfruto de ir a museos, no voy a obras de teatro (ojo, ir a ver a Galilea Montijo al teatro Insurgentes no es teatro), tampoco voy a recitales de música clásica, ni me sé los movimientos de las sinfonías de Ludwig Van Beethoven. Tampoco me considero un ávido lector, soy de aquellos que únicamente leen mientras están en el toilette, sin embargo, mi afición por las ciruelas aparentemente han hecho de mi una persona más letrada de lo que creí. Admito que no disfruto a Dostoievski, pero considero que es mejor compañía en el sanitario que una TV Notas, pero aparentemente al mexicano promedio le interesa más saber acerca de los amoríos que se dan en los camerinos de las telenovelas sensación.

Entré a la estética, la habían remodelado, no había puesto pie en ese lugar en dos años. Había estado afeitando mi cabeza con un rastrillo por que a mi mujer le gustaba mi aspecto. Hace tres semanas, después de una noche de arduo ejercicio en la cama, Erika me dijo al oído “Tu coco me recuerda a Manuel Landeta, es muy sexy”, decidí al instante volver a dejarme crecer el cabello.

Había una fila larga, toda conformada por mujeres cuarentonas, esperando para que el peluquero gay estrella del lugar les hiciera un corte cautivador por módicos 200 pesos. Dos mujeres peluqueras no hacían más que platicar mientras se arreglaban las uñas, me acerqué a ellas.

-¿Ya no trabaja aquí Eduardo? Él solía cortarme el cabello.

-Cariño, falleció hace un año, lo siento.

-Ya era hora, el viejo solía dejarme irritado el cuello. ¿Alguien de ustedes puede realizar un buen corte? No tengo interés en cortarme el cabello con la loca con bigote.

-Se llama Rodrigo, es muy talentoso.

-Lo que sea, ¿pueden hacerlo o no? Entre menos tiempo tarden habrá más propina.

-Yo lo haré, por favor siéntese en la segunda silla.

Su nombre era Rosa, tendría alrededor de 23 años y se veía que solamente estaba ahí por el dinero. Agarrar el cabello lleno de sebo de desconocidos no parecía que la entusiasmara mucho, pero eso pasa cuando te embarazas a una corta edad y dejas la escuela, una pena.

-¿Cómo quiere su corte?

-Eh, ¿que me recomiendas?

Me pasó una TV Notas, - “Puedes buscar un corte que te agrade… mientras eliges, voy por la máquina”.

Abrí la revista, Manuel Landeta me miró a los ojos, lancé la revista contra una torre de cosméticos. Las señoras en la fila soltaron un grito, la clienta de Rodrigay chilló mientras se tapaba el oído izquierdo, le habían abierto una milimétrica herida en la oreja. Le di su propina a Rosa y me fui del lugar con todas las miradas encima.

Al día siguiente decidí ir a comprar una máquina para cortar mi propio cabello, no recuerdo que pasó, pero regresé a casa con una TV Notas. Entré al baño y me puse a observar cortes de cabello. Maldije y opté por rasurarme el cráneo; Manuel Landeta estará orgulloso de mí, ese cabrón.

Monday, June 15, 2009

50-50

Enero 1921

- Acércense, ¡acércense todos! Es una oportunidad única en la vida y quizás será la más apremiante. Nadie les dará esta oportunidad jamás, ni siquiera en sus más increíbles sueños se han imaginado este momento. ¡No volverán a ver su vida de igual forma, eso es una garantía!

- ¿De qué crees que esté hablando?

- ¿Será una lotería?

- Mi nombre es Anthony Egan y he venido a cambiar sus vidas.

- Señor Egan, ¿Exactamente de qué está hablando?

- Es un sorteo, tengo todos los nombres de los habitantes del pueblo en mi poder, así que no hay que tomarse la molestia de registrarse. ¡Tampoco tienen que pagar un solo centavo para entrar!

- ¡Oh vaya!

El pueblo de Nueva Essex se acercó a Anthony, cada vez con mayor curiosidad por lo que estaría a punto de suceder.

- ¿Qué es lo que podemos ganar señor Egan?

- Es lo más precioso que existe, y una vez que lo hayan ganado, lo atesoraran más que nada.

- ¿Pero qué es?

- Primero deben prometerme que todo el pueblo adulto entrará al sorteo.

Y así, la participación de la población adulta de Nueva Essex se sometió a votación. El resultado fue unánime, el sorteo estaría por comenzar.

Es curioso ver cuando las personas quieren obtener bienes de manera gratuita. Las sociedades desean el no tener que hacer nada para ganar un premio y sin embargo castigan a aquellos que lo logran. El ganar alguna lotería es la salida fácil para el mediocre, irónicamente el ladrón es más refinado al realizar su faena, es decir, al menos requiere algo de trabajo.

-Síganme.

Doscientos doce personas se dirigieron al foro del pueblo, un lugar en donde cada Mayo se celebraba el festival de las luces – el resto del tiempo albergaba a uno que otro vagabundo. Usualmente no se veía tanta gente en Enero.

- Dividiré arbitrariamente los papeles con sus nombres en dos urnas, la primera contendrá a la mitad de los ganadores, la segunda a la de los perdedores.

Hubo bullicio y emoción, ya que las probabilidades de ganar eran mucho mayores. 50-50.

-¿Está listo para decirnos de que se trata todo esto?

-En un momento. Primero sacaré el papel con el primer ganador.

Egan metió su mano en la urna, la revolvió y sacó un trozo de papel quemado. – Edward Langley.

Edward Langley era maestro de escuela, había dado clases por casi 25 años. Subió al escenario del foro, estrechó la mano de Egan con una visible sonrisa en el rostro.

-¿Qué he ganado?

-Por favor, saca un papel de la urna de los perdedores.

Langley, ahora sospechando de la naturaleza del concurso, miró al público que exhortaba al maestro a elegir un perdedor.

- El perdedor es Henry Lloyd.

Egan sonrió - ¿Puede Henry Lloyd ser tan amable de subir al escenario?

Lloyd subió, saludó a su antiguo maestro. – Parece que ya no ganaré lo que sea por lo que estemos concursando. Ya díganos de que se trata.

Egan se aclaró la garganta - Hace algunos años, tuve la extraña fortuna de quedarme varado en Nueva Essex después de un largo viaje. Al llegar aquí, fui despojado de mis pertenencias, reporté el incidente, pero nadie me hizo caso. Aparentemente nadie escucha al necesitado. Pero ahora, que vengo yo a ofrecerles algo que quizás necesitan, doscientas doce personas escuchan mi llamado, sin excepción. Aquella vez tuve que robar para sobrevivir en un pueblo desconocido, y fui castigado por ello. Vengo aquí a enseñarles una lección.

Egan sacó una pistola y le disparó a Lloyd en la cabeza. Cayó muerto al instante.

El pueblo gritó, algunos sacaron sus armas, otros cuantos corrieron aterrorizados. Egan gritó, - ¿Saben dónde dejaron a sus hijos? En su avaricia los han dejado abandonados y créanme, si ya tengo recopilados todos sus nombres, es probable que ya haya estudiado este pueblo. Si quieren que ellos sigan con vida, continuarán jugando este juego. Ustedes firmaron esa cláusula. Si se atreven a dispararme, sus hijos también morirán - No estoy solo en este lugar. Y quien sabe, cada uno de ustedes tiene la mitad de probabilidad de seguir vivo, seguro así no les suena tan mal.